La Catedral de Santiago

El 21 de abril de 1211 el obispo Pedro Muñiz consagraba solemnemente la catedral románica dedicada al Apóstol Santiago.

Los mejores maestros canteros recogieron las influencias artísticas de Europa y las plasmaron sobre la piedra.

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Arquitectura y escultura alcanzaron una perfecta simbiosis de firmeza y levedad, de potencia y belleza, en un prodigio de gloria hecha piedra.

Una tarea colosal que dio forma a una de las creaciones artísticas más elevadas de la civilización universal.

La consagración de la Catedral de Santiago

En la mañana del jueves de la segunda semana de Pascua del año 1211 (21 de abril), el obispo de Compostela, Pedro Muñiz, oficiaba el largo rito de dedicación de la Catedral de Santiago. Como huellas de aquel día perduran las doce cruces de consagración que marcan un singular recorrido por las naves de la basílica. El obispo fue ungiendo e incensando las cruces una por una. Son cruces que ostentan en sus cuatro ángulos el sol, la luna, el alfa y el omega. Llama la atención las inscripciones que las rodean, dísticos latinos, unos de carácter conmemorativo y otros de significado espiritual. El acta de Consagración se conserva transcrita en el Tumbo B de la Catedral con la testificación del notario que tuvo ante sus ojos el documento original. Según el documento, estuvo presente en la consagración el rey de León, Alfonso IX, acompañado de su hijo, el infante Fernando, de su hermano Sancho y de los principales magnates del reino. El acta está firmada, además de por el obispo Pedro Muñiz, por los obispos de las diócesis de Ourense, Lugo, Mondoñedo, Tui, Coria, Guarda, Évora, Lisboa y Lamego.